La trampa de pensarlo tanto: soltar la perfección y hacer igual

Para las que piensan hasta por qué piensan tanto…

A veces una se queda pegada en la idea.

No porque no tenga ganas.

No porque no tenga cosas que decir.

Sino porque aparece esa vocecita interna que dice:

"No es suficiente todavía."

"No es el momento."

"¿Y si no le importa a nadie?"

"¿Y si mejor esperas un poco más?"

Y en ese rato… se te pasa la vida.

A eso le llaman parálisis por análisis.

Cuando piensas tanto las cosas, que al final no haces nada.
Y no porque no haya algo adentro que te mueva, sino porque justo cuando estás a punto de lanzarte, aparece la inseguridad vestida de prudencia.

 A mí me pasó.

 Durante años quise escribir un blog.

Compartir lo que me pasaba con los libros, con la ropa, con el alma.

Tenía cuadernos llenos de ideas, frases anotadas en servilletas, reflexiones que me daban vuelta mientras paseaba a los perros o me sacaba los zapatos al final del día.

Pero no lo hacía.
Porque creía que tenía que sonar más sabia, más técnica.

Hasta me puse a escribir como si estuviera haciendo una tesis, en vez de hablar desde el corazón.

Y así pasaron los meses, años.

Hasta que un día me pregunté:

¿Y si lo que tengo que decir, tal como soy ahora, ya es suficiente?

¿Y si lo importante no es impresionar, sino compartir desde lo vivido?

Una biblioteca no se llena de un día para otro.

Y tampoco se comparte de golpe.

Pero llega un momento en que te das cuenta que esa estantería que fuiste armando con tanto amor, esos libros subrayados, esas páginas marcadas con lágrimas o carcajadas…

tienen algo que decir.

Y no sólo de ti.

Sino de todas las versiones de ti que fuiste siendo.

A mí los libros me han abierto ventanas internas que ni sabía que existían.

Algunos me rompieron en mil pedacitos, otros me levantaron en días pesados.

Y están los que me dieron palabras que yo no sabía cómo decir.

Lo mismo con la ropa.

Porque no es solo tela.

Es memoria, es símbolo, es un lenguaje sin palabras.

Hay prendas que me han sostenido en momentos difíciles.

Otras que me hicieron sentirme valiente, bonita, libre.

Y otras que tuve que soltar cuando ya no eran yo.

Por eso, cuando decidí empezar el blog, no lo hice para enseñarle nada a nadie.

Lo hice para compartir.

Para abrir un espacio donde otras también pudieran reconocerse.

Donde la ropa no fuera un disfraz, sino un reflejo.

Donde los libros no fueran una moda de Instagram, sino un viaje hacia dentro.

Si tú también estás ahí…

con ganas de empezar algo,

de compartir lo tuyo,

de sacar al mundo lo que llevas en el pecho…

Pero te paraliza el "¿quién soy yo para?",

te dejo esta reflexión con todo el cariño del mundo:

"Quizás no tengas que ser experta.

Quizás solo tienes que ser honesta.

Y eso, en este mundo tan lleno de filtros y ruido, ya es un acto revolucionario."

Así que anda, escribe ese post.

Sube esa foto de tu biblioteca.

Cuéntale a alguien lo que te removió ese libro o cómo te sentiste con ese vestido.

Porque nunca sabes a quién le vas a tocar el alma,

con algo que tú creías que era demasiado simple para importar.

Con cariño
Paz Pimont.